La herida de Venus.
- elprincipepalido

- 24 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 1 jul
En algún rincón del mundo… donde el desierto escupe humo color negro, una mujer parece estar en el umbral de la maternidad. No se trata aún de una criatura en vísperas de nacer, pero… algo de ese proceso ya está en marcha. Innegable.
Observemos… lo que sucede en el interior de esa mujer. Guardemos silencio.
Ahí va una célula. Flota en el vacío, como un pequeño planeta… incluso gira sobre sí misma. Ella no percibe a su diminuto huésped. Sigamos adentrándonos en el interior de esa mujer. Mantengamos… el silencio.
El "frijol" flotante traza su curso… hacia la lactancia. Me sorprende: parece prematuro para su cometido. El ciclo rojo es interrumpido… por el hogar materno. Sigamos observando más adentro, en el interior de esa mujer… guardando silencio.
¿Qué ha ocurrido? Ahora son dos… ¡no, cuatro! Es un error… una multiplicación.
La mujer, tras atender los quehaceres de su hogar, nota una falta de energía… y una mama fecunda prominente. Se ve reflejada… y observa cómo el bulto no deja de crecer.
Hay secreciones en la irregularidad de sus pupilas… y una incomodidad que se profundiza. Caen sus rodillas al suelo, víctima de mareos implacables, sin perdón ni explicación. Sin embargo… una leve alegría se esconde en la curva de su sonrisa, pues no ve el vómito del alimento que ha ingerido.
Pero la curiosidad nos pica… veamos qué sucede en ese interior de esa mujer. ¡Calla! Guarda… silencio.
El producto no es más que una masa informe. Ha cumplido su tiempo. Una visión desgarradora a la vista… pero para mí, es hermoso. Pues su propósito coincide con el mío.
Una simple mujer no puede nutrirlo, pues ella misma está cada vez peor. ¿Qué clase de madre podría odiar a alguien… que ni siquiera ha conocido el latido del corazón humano? Desde lo azul de sus venas hasta el ámbar del amarillo…
Ella desea abortarlo. ¡Resiste, pequeño! Pero no… no, no, no… no pudo resistir.
Esa madre rechazante ha encontrado su calma. Agradece a su dios por seguir con vida.
¿Queda algo más por ver? Veamos, veamos qué ocurre ahí adentro. ¡Un momento… ya no sucede nada ahí adentro, en el estribor de su maternidad! Guardemos silencio… por aquel que fue cercenado… y moldeado en plástico.
En su pecho plano, contrario al corazón, ha dejado una inscripción. No sé qué dirá… pero sé que es grave, pues al leerlo, su marido… siente asco.
Después de vislumbrar esta grotesca imagen, él sale de ese lugar al que solo llega a dormir. Sale a gastar su fortuna en busca de mamas vírgenes, llenas de juventud, leche… y fertilidad.
¿No hubiera sido mejor morir? A tu marido le gustan las mujeres completas, bellas a los oídos… y, sobre todo, a la vista.
Mujer con garras en sus patas, de voz irritante… ¿te quedarás sola? ¿Lo entiendes? No lo creo.
Él no puede moldearte ni plasmar tu destino; sin embargo, su frustración será recompensada… por el fuego de las cerdas. Debes esconderte de ti misma. ¿Por qué no lo dejas ir?
Veamos una vez más qué sucede. ¡Vaya! ¿Has encontrado alguna solución en el silicón? Igual no te amará de nuevo, pues ese nuevo bulto… no es mejor que el vacío.
La temperatura de tu pecho ya no es ideal para las manos masculinas. Estás sola. Morirás sola.
En mil años… tu esposo te encontrará gracias a ese plástico. Te recordará, pero su mano izquierda no se calentará… y defecará tu recuerdo en algún rincón del mundo, donde el desierto escupe humo color negro.




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