Estamos sucios.
Los piojos nos roen.
Los cerdos vomitan
al mirarnos.


Exposiciones
Oigo, a lo lejos, gritos prolongados del mas punzante dolor.
Una exposición que explora las formas sensibles y simbólicas del Mal a través de pintura, fotografía y video. Partiendo de una reinterpretación oscura de la vida de Cristo, la obra despliega una mitología personal donde se enfrentan la culpa, el deseo, la desesperación y la violencia. Entre figuras espectrales, espinas y remolinos vacíos que observan, el espectador es confrontado por una mirada incómoda: la del dolor que no cesa, la del Mal que habita.
Los niños la persiguen a pedradas, como si fuera un mirlo.
Inspirada en el Canto III de Los Cantos de Maldoror, esta exposición inaugura una visión personal del Mal como herida fundacional. A través de una serie de imágenes que ilustran —pero también reinventan— la perturbadora narrativa de Ducasse, se despliega el germen de un ataque simbólico contra la humanidad. Es el inicio de una revuelta íntima, donde la figura perseguida se transforma en amenaza. Esta obra funciona como prólogo de Oigo, a lo lejos, gritos prolongados del más punzante dolor, profundizando en la caída, la rabia y el nacimiento de una criatura oscura que ya no huye, sino que observa.
Canto a las flores.
Primer brote de una inquietud más profunda, Canto a las flores es un homenaje visual a los poetas malditos, a esas flores perversas y delicadas que brotan del lodo con una belleza venenosa. Inspirada por Baudelaire y su visión del Mal como seducción y contradicción, esta serie marca el inicio de una exploración estética que se vuelve cada vez más oscura y desafiante. Aquí, el Mal no se representa, se sugiere: florece entre pétalos mórbidos, aromas densos y atmósferas inquietantes. Es el preludio lírico que antecede a la tormenta: antes del grito, el perfume.