Estoy sucio.

Recibí la ira de Dios. Mi rostro es la prueba. Soy horrible. Al verme, los niños se esconden contra el cuello de sus madres. Mi historia es una vergüenza. Las mujeres sienten náuseas, se apartan. Los hombres ríen con lástima. Mi miseria alivia a los que ya no creen nada. Mi actitud no agrada a los virtuosos: soy un mal ejemplo.

Un día me hundieron en la tierra hasta las rodillas. Me ataron las manos con alambres oxidados. Mi boca fue sellada tres veces: diez puntos por cada blasfemia. Mis ojos fueron quemados con cera hirviente. La lluvia, el viento y la tierra. Los animales que trepaban sobre mí, los insectos que, al volar, defecaban mi cuerpo, los hombres que me orinaban: todo eso causó infecciones.

Mi carne endureció, se cubrió de escamas y de hongos. Cada día era peor. Sin notarlo, me convertí en un árbol. Algunas especies de aves pequeñas se acercaron. Con sus picos rompieron mi cabeza y se alimentaron de mi cerebro. En su lugar han construido su nido.