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D-eclesiastés 2.

  • Foto del escritor: elprincipepalido
    elprincipepalido
  • 29 jun
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 1 jul

Y ante mí, seis criaturas: tres morenas, tres blancas. Las he visto desde la línea en que el suelo besa sus plantas, hasta la más larga, coronada por un orzueloso par. Separé las piernas de cada una, y así preparé a mis pulmones para aspirar la calidad. Desnudé a la docena —grandes y pequeñas— para aprender el arte de ordeñar. Por último, me inicié en el oficio de la plomería: examiné la entrada y las condiciones de la salida. Herederas de lo divino, poseedoras de lo voluptuoso. Ninguna lanza cayó al suelo; ninguna dejó de mirar al cielo. Tres veces a las tres blancas; tres veces a las morenas. Mas no fue completa mi vanidad.


Y ante mí, seis costales: tres de oro, tres de plata. Los corté con mi espada; ni por un instante perdió el filo. Los metales alfombraron todo mi suelo, y caminé sobre ellos: el deleite del sonido, la satisfacción de su fulgor. Levanté una moneda para inducirla a la verdad, y he ahí que mis dientes fueron testigos: ésta no se doblegó. Tras mi veredicto, las acusé con falsedad, y mis guardias tomaron como prisioneras a cada una. Las encerré con las demás, tras ornamentadas cadenas. Yo, poseedor de la riqueza. Y aun así, no fue completa mi vanidad.


He tenido sexo con un trozo de carne bien cocido. Le abrí orificios —múltiples—, y me resultó deliciosa. Oh, no te alarmes: me lubriqué la verga con un poco de puré de papas y un chorrito de vino. Trajeron un gran pollo, y me propuse extraerle el relleno. Lo masturbé, para que su sabor fuera mejor. Lo que brotó manchó mi pubis. No me disgustó: me excitó aún más. Tomé un par de naranjas y, con mi bruta fuerza, las exprimí. Bebí sus jugos, que resbalaron de mi boca hacia el cuello. Abrí espacio para los postres. Estaban húmedos en exceso, y la sangre empujaba más arriba. Como en otros cuentos, el rubor subió hasta la punta, a reventar; y lo blanco se confundió con la crema. ¡Traed a mis golfas, que se coman del suelo las sobras! Y entonces fue completa mi vanidad.


 
 
 

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